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penemaker. El blog del amor y el freak, quizás, nada es inmutable

El frío y crudo invierno

El frío. El frío provoca heladas. Heladas en nuestro entorno. Heladas en nuestro ambiente. Heladas en nuestros cuerpos. Heladas en nuestros propios corazones.

El frío invita al calor del hogar. Ese calor junto a los tuyos. Tu gente, tu familia, tus mascotas, tu tele, tu ordenador o tu manta. Y eso es aceptable. Pero que se te hiele el corazón... eso duele. El frío tu puede hacer alejarte de lo que amas. El mal clima, el viento, la lluvia... El invierno trae consigo una hibernación de nuestros sentimientos. No podemos bajar la guardia un sólo segundo. No nos lo merecemos. Nuestros seres amados no lo merecen. Nada merece que bajemos la guardia.

El invierno hiela corazones. Hiela el nuestro y el de los que nos rodoen. Hiela el corazón de los seres cercanos, pero también de los lejanos. Aquellos a quienes no importamos. Aquellos que no sufren si te hacen daño. Aquellos que van a lo suyo sin pensar que en tu pecho también están albergados profundos sentimientos de dolor. Aquellos que sí bajan su guardia, o que siempre la tienen así. Bajan la guardia para no sufrir, pero construyen grandes muros para no dejar pasar el frío. Y no se dan cuenta que ya están helados por dentro.

Cómo somos

Somos una raza peculiar. Nosotros mismos somos nuestros peores enemigos. Seres capaces de realizar proezas. Podemos hacer demostraciones de nobleza, generosidad, solidaridad e incluso heroicidades de proporciones descomunales. Eso nos honra y engrandece.

Por desgracia, una gran mayoría prefiere el ostracismo, la existencia rutinaria, la soledad, la envidia, la ambición sin límites. Una gran mayoría prefiere vivir según las horrendas normas de unos pocos inseguros y apestosos que fortalecen su falta de ego mostrándose superiores a los demás. Superioridad por supuesto inexistente. Superioridad basada en la fuerza, el poder y el dinero. Jamás en la moralidad y la ética.

Cómo somos. Capaces de lo mejor y lo peor. Creando un mundo en el que por cada humano que hace lo mejor, mil hacen lo peor. Un mundo de deudas permanentes de una mayoría "zombificada" frente a una mayoría endiosada y vanidosa. Un mundo que no nos permite avanzar como especie más que al fracaso. Cómo somos...

Una y otra vez

Una y otra vez me pregunto por que el peor enemigo del ser humano es el propio ser humano. No hay nadie más dañino para nosotros mismos que nosotros mismos. Nada nos hace más mal que un hombre o mujer a otro hombre o mujer.

Es una terrible paradoja lo de la condición humana. Todos somos iguales y a la vez somos distintos. Y en lugar de beneficiarnos de nuestras semejanzas y engrandecernos con nuestras diferencias, preferimos la pelea, el celo y la rabia. Unos se creen mejor que otros. Algunos prefieren vivir en el odio. Están los que pernoctan diariamente en la desconfianza. Y sobretodo, estamos instalados en una insolidaridad atroz.

Aún así, sigo sin perder la esperanza. Esperanza de ver mi pequeño mundo mejorar. Esperanza de que mis hijos vean como ese pequeño mundo mejor se ha hecho un poco más grande para ellos. Esperanza para que sus hijos vean como ese pequeño mundo sigue creciendo. Esperanza en un futuro que yo no veré, pero un presente ingenuo y diminuto que empieza a coger forma.

Errando

Hace ya algún tiempo que pienso lo errados que estamos en nuestros caminos en la vida. Nuestra constante búsqueda de seguridad. Centramos todos nuestros esfuerzos en conseguir un buen trabajo que nos ofrezca estabilidad. Comprar una casa, un coche, tener hijos y vivir medianamente bien. Es algo que respeto, pero que no comparto en absoluto.

Siendo honesto, pienso que nos han aborregado. Nos han educado bajo el yugo del "don nadie". Nos dicen qué y cómo debemos ser. Nos inundan de publicidad. Nos obligan a comprar el mejor móvil, el mejor ordenador, un frigorífico de marca, una cocina de lujo o hasta los muebles para nuestra casa.

Nacemos capitalizados. Nos educan en el consumo. Estate calladito, vótame cada cuatro años y acepta tu posición en la sociedad. Vive como un borrego en tu ostracismo. Coge un trabajo aburrido que te permita consumir y vive tu rutinaria existencia con abnegada formalidad. Y cuando tengas hijos, edúcales de la misma forma. No te preocupes, todo va a ir bien... y recuerda, sella tus labios y acepta la vida de zombi que te permitimos disfrutar.

Hemos olvidado totalmente lo que es luchar por un ideal. Vivimos alejados de la aventura, del riesgo, de la valentía. Nos alejamos del vecino en lugar de apoyarle cuando más nos necesite. La solidaridad, la integridad, el altruismo. El levantar la voz cuando queremos ser escuchados. El tener un pensamiento crítico ante aquello o aquellos que tratan de subyugarnos.

Dicen que el cementerio está lleno de valientes. Yo pienso que hay muchos más cobardes. Si hay algo que sabemos a ciencia cierta, es que vamos a morir. Y viendo la cantidad de valientes que quedan en el mundo, creo que debe haber enterrados uno por cada mil cagados de miedo.

Las andanzas de Darío Persa (X)

- ¿Te encuentras mejor?

Fue lo primero que escuché con claridad de aquel señor. Hasta entonces, mi mente era un agujero negro de pensamientos, miedos y temblores. Era algo que no podia remediar. Tampoco expresar. De hecho, apenas podía comprenderlo.

- Me llamo Darío.

Fue lo primero que salió de mis labios. Así, casi sin pensar. No sabía que decir. No encontraba la claridad. Me sentía impotente, enfadado, asustado, cohibido. Era toda una sopa primordial de sentimientos incontrolados.

- Yo me llamo Pablo.

Después de tantos días imaginando cómo se llamaría, cómo sería, qué haría o qué comería aquel tipo, ya por fin sabía su nombre. Pablo. Un ser curioso.

- Vivo en el 5ºD.

- Muy bien. Yo vivo en el 7º A. Un placer conocerte, Darío.

- Lo mismo digo.

Aquella primera conversación continuó por los derroteros habituales. Corrección y tanteo. Era una primera piedra. Un acercamiento que aquella noche no iría a más, pero que con el tiempo construiría un mundo propio. Estábamos cimentando las bases de nuestra amistad.

Gentes de bien

No siempre somos conscientes del peso que tienen nuestras palabras o actos en los demás. Pese a que en muchas ocasiones lo hacemos sin maldad, realmente por ayudar, lo que estamos consiguiendo es llenar un poquito más ese vaso aparentemente medio vacío que está a punto de rebosar.

No siempre es fácil sentir empatía hacia los demás. Nos educan como seres independientes. Gente que tiene que ir a la suya, porque nadie te va a dar nada. ¿Cuántas veces habré oído esa filosofía capitalista tan errada y nociva para el ser humano?

Esto hace que nos miremos el ombligo. Y después de verlo, volver a mirarlo. Y lo curioso es que mientras nos observamos a nosotros mismos una y otra vez, raramente hacemos algo por comprendernos. Estamos ahí, punto. No nos pedimos explicaciones ni tratamos de saber más. Es lo que hay.

Sin embargo, la reflexión, el autoconocimiento y la comprensión hacia uno mismo nos dota de mayor empatía y solidaridad hacia los demás. Tú no le haces a nadie lo que no te gusta que te hagan. Es una evidencia. Es una frase manida. Pero eso no le hace perder su valor.

Seamos sensatos. Tratemos de comportarnos de forma íntegra. Sincerémonos con nuestro yo. Todo esto será muy positivo para todos. Todo esto redunda en bienestar para con uno mismo y con sus iguales. Antes de sentar cátedra, doctorémonos en la autoaceptación.

En el mundo

Resulta sorprendente a veces como se suceden los acontecimientos. Resulta un ejercicio gratificante a veces, doloroso otras, el echar la vista atrás y vernos lo que éramos y lo que somos. En lo básico, no hay cambios. Pero las circunstancias, la gente, los estados... Hay cantidad de elementos que pueden haber variado, o no.

Si yo me miro un año atrás, me veo estudiando. Me veo algo perdido, pero enfocado a un encuentro conmigo mismo. Me veo rodeado de gente, alguna sigue y otra no. Me veo con un trozo de vacío en el corazón. Me veo desnudo ante mi alma.

Si me miro ahora, me veo algo perdido, pero ya me he encontrado, y parece ser que prefiero no siempre encontrarme. Me veo rodeado de gente. Alguna estaba antes y otra no. Veo mi corazón lleno. Veo mi alma, y a veces me despisto, pero en general no la pierdo de vista.

En lo básico, sigo igual. Hay circunstancias que han cambiado. Para mi, a mejor. El año que viene... ¿Quién sabe? Pero el ejercicio resulta gratificante. Y si no fuese así, al menos si resultaría necesario y enriquecedor.

Lo curioso

Es curioso como somos a veces. Salimos a enfrentarnos al mundo plagados de fuerza. Resueltos y con las ideas claras. Sabemos qué queremos y cómo conseguirlo. Y, de repente, nada es lo que parece ser. De repente, alguien nos cambia los modelos de pensamiento.

No quiero decir con esto que en la discusión hallemos puntos de vista diferente, que también. Me refiero más bien a cuando vamos resueltos a por alguien que sabemos presentará batalla, y nos da la razón. ¿Cómo actuar? Esa situación, por lo general, nos desarma completamente.

Es curioso cómo mucha gente, ante esta disyuntiva, es incapaz de cambiar el discurso. Resulta parecido a aquel famoso "yo he venido a hablar de mi libro". Y como he venido a hablar de mi libro, pues hablo de eso, pues no soy capaz de moderar, modelar o replantear el discurso.

No seamos unineuronales. Seamos capaces de imaginar, pensar y modelar nuestro propio ser. El cambio puede dar miedo, incluso vértigo, pero no es necesariamente negativo ni malo.

Aunque sea una vez en la vida, ¡seamos valientes!

Lo efímero

La vida es efímera. Si piensas en la historia, te das cuenta que no eres más que una mota de polvo en un desierto. Estamos muy poco tiempo en este mundo.

Se nos ha concedido un gran don. Unos años de amor, felicidad y sentimiento. En general, mucha gente los desaprovecha sufriendo inútilmente, tratando de enriquecerse hasta el absurdo o haciendo de la vida de los demás un infierno.

Pero si eres consciente de lo efímeros y vulnerables que somos... entonces afrontas tu existencia de otra forma. Una manera más humana, saludable y profunda. Tratas de ser feliz, de amar, de ser generoso y amable. Intentas hacer de tu vida una experiencia única e inolvidable.

Mañana puedes no estar aquí. No se puede saber donde, pero aquí puedes no estar. No hagas que tu breve caminar por la vida sea algo vulgar y predecible. Deja tu huella en este mundo. Hazte especial en tu alma y la de los que te quieren. Disfruta de los momentos que nos han sido concedidos y conviértelos en magia para los sentidos porque tu estancia aquí es muy efímera. Igual que la mía.

Amando

El amor. Cuán importante es este sentimiento en la vida. El amor mueve montañas. El amor mueve a la gente. El amor mueve todo.

Somos seres sometidos a las pasiones. Estas nos califican, nos humanizan y nos describen. Hasta el hombre más regio, sensato y serio puede caer al abismo de la pasión desenfrenada. Y no es esto algo negativo. Mucho menos peyorativo. Siempre, como todo, bien entendido, puede ser algo maravilloso.

¿Y es qué no es maravilloso vivir un amor apasionado? ¿Un amor tan profundo que hace que tu vida empiece y acabe con la visión de esa otra persona que te hace estremecer?

No sirve de nada ser frío y calculador. Todos amamos. En mayor o menor medida, somos humanos. Nos atraemos unos a otros para amarnos y querernos. Es absurdo querer negarlo o apartarlo de nuestro ser. El amor es nuestra razón de vivir principal. Nos hace humanos, apasionados, creativos y vitales. En definitiva, es lo que nos define como personas que viven y sienten. Es único.

Las andanzas de Darío Persa (IX)

Y allí estaba yo. Sentado en un sofá gigante. Temblando como un papagayo en la Antártida. Sin saber qué hacer o qué decir. Me encontraba solo en un gran salón. Esperaba a mi anfitrión, que me preparaba una bebida caliente. Estaba asustado todavía.  Pensaba constantemente en lo sucedido. No me lo podía creer. Tanta mala suerte, convertida en buena en el último instante.

Y así apareció él. Me tendió una taza caliente con poleo menta. Sonreía. Una sonrisa algo triste y melancólica, pero cómplice y comprensiva. Me hizo sentir bien. Se sentó en el sofá de proporciones mastodónticas. Y seguía sin decir nada.

Le di varios sorbos al poleo. Estaba rico, pero muy caliente. Me tranquilicé. Y fue en ese momento cuando me fijé. Estaba en un salón inmenso. Poco decorado. En el sofá podían caber diez personas de forma cómoda. Una pequeña mesita ante mí y una tele de al menos 100 pulgadas al frente. Por lo demás, todo estaba muy vacio. Estaba claro que aquel tipo ni recibía ni esperaba demasiadas visitas.

Tipo curioso aquel vecino. ¿Cómo sería ese señor? Era todo un enigma para mi. Enigma que comenzaba a llamarme poderosamente la atención.

Inquietante

Mosquitos. A veces pienso que no somos más que mosquitos. Mosquitos que picotean una y otra vez allá donde pueden. Cualquier esquina donde podamos chupar un poco de sangre de este planeta llamado Tierra. Mosquitos dispuestos a alimentarnos cueste lo que cueste. Mosquitos compitiendo por una mísera picadura. Mosquitos que nos alimentamos de las sobras que nuestro mundo nos ofrece. Mosquitos dispuestos a desangrar nuestro hogar en pro de un beneficio efímero.

Y luego pienso... somos capaces de amar. Ese sentimiento tan puro, profundo, bello y transversal. Eso que nos hace únicos. Ese verdadero objeto de nuestra vida que saca lo mejor de cada uno. Algo tan hermoso que ni el más hediondo de los seres humanos es capaz de empañar ni enterrar. El amor es lo único que ningún poderoso puede adueñarse para si. Es algo que nos hace a todos iguales. Nos equipara ante nosotros mismos.

Mosquitos que aman. Qué paradoja. Y sin embargo, el que ama es menos mosquito. ¿Qué quieres ser tú?

Las andanzas de Darío Persa (VIII)

Era el vecino nuevo. Esta allí, de pie, junto a mi. Me repetía una y otra vez si me encontraba bien. Yo estaba tan atontado que no era capaz de articular palabra. Aún no era consciente de lo que había pasado.

Tras unos minutos, conseguí concentrarme en algo que no fuese mi estupor. Había dos imbéciles en el suelo, sangrando. Uno tenía una brecha en la cabeza y el otro estaba lleno de golpes. No había rastro de los demás. Luego, me di cuenta de que el tipo nuevo del edificio estaba allí, de pie, mirándome. Tenía un bate de madera en la mano izquierda. Estaba manchado de sangre.

Finalmente conseguí que las palabras saliesen de mi boca. Le dije que me encontraba bien. Que no se preocupase. Y hasta fui capaz de sentir curiosidad. Le pregunté qué coño había pasado allí. Me contó que me vio cuando entraba al edificio. Subió hasta su piso y cogió su bate béisbol. Bajó corriendo y empezó a apalear a los anormales que trataban de apalizarme. Me dijo que me reconoció. Y que no sabía lo que yo podía haber hecho para que me pegaran. Y que le daba igual. Aquello no era una pelea justa. Y que la vida no siempre es justa, pero si está en nuestra mano equilibrar la balanza, al menos hay que intentarlo.

Viniendo y llegando

Viniendo y llegando. Viniendo y llegando. Viniendo y llegando...

No se si tiene especial sentido. Es algo que se me acaba de ocurrir. Viniendo. ¿Viniendo de dónde? ¿Dónde me encontraba antes? ¿Cómo era ese lugar para que me haya marchado? ¿Estaré mejor en el lugar al que me dirijo?

Llegando. ¿Llegando a dónde? ¿Por qué te vas? ¿Tan poco te gustaba el lugar en el que te encontrabas que has decidido marcharte? ¿Tantas expectativas tienes en el sitio al que te diriges que esperas que sea mejor?

A veces, cuando no tienes nada que decir, es mejor callar. Pero también es cierto que hay muchas cosas que podríamos contar, preguntar o aconsejar que no hacemos por permanecer callados. Preguntas que rara vez nos hacemos. ¿La mejor solución? Ni idea.

Para lo que haga falta

¡Qué bonita frase! ¡Con qué facilidad la soltamos! Sale de nuestros labios a una velocidad suprema. Como si no tuviese implicaciones. Como una construcción semántica baldía y sin consecuencias: Aquí me tienes, para lo que haga falta.

¿Y luego...? Luego, rara vez encuentras al que te la ha dicho, cuando en verdad le necesitas y te hace falta.

¿Cuándo permitimos que las palabras no tengan contenido? ¿Desde cuándo nos dedicamos a hablar al vacío? ¿Dónde olvidamos el contenido de todo aquello que sale por nuestra boca? ¿Por qué tratamos de convertirnos en seres indignos y vulgares? ¿Desde cuando es preferible buscar la excrecencia del quedar bien que la dignidad de la sencillez y la sinceridad?

A veces

A veces pienso que todo está mal. Todo está patas arriba.

A veces me cuesta muchísimo trabajo mantener la calma. Ser comedido, tranquilo y sosegado.

A veces no entiendo a la gente. No entiendo a nadie. No entiendo al mundo.

A veces me cuesta un enorme esfuerzo mantener la alegría. Me cuesta ser positivo. Mirar hacia adelante y conservar la sonrisa en mi cara.

A veces no consigo si quiera rozar algo parecido a la felicidad. Ser la persona agradable que ofrece una experiencia enriquecedora con su compañía (si alguna vez lo he sido).

A veces todo resulta tan duro. Tan complejo. Tan difícil.

A veces este planeta te hace la existencia tan complicada que resulta difícil de entender.

A veces confundo el camino. Me pierdo en la inmensidad del follaje. No consigo distinguir el destino elegido.

A veces pierdo la fuerza. Pierdo las ganas. Pienso que no merece la pena el esfuerzo de seguir adelante con la cabeza alta y el orgullo en ristre.

A veces me dan ganas de tirarlo todo por la borda. Todo el trabajo. Toda la lucha. Todo el esfuerzo por hacer de mi mundo un mundo agradable donde vivir, donde relajarse, donde disfrutar, sonreir y ser feliz.

A veces me dan ganas de tirarlo todo por la borda.

Pero no lo hago.

Las andanzas de Darío Persa (VII)

Mis ojos estaban cerrados. Parecía que las pestañas me iban a explotar. Era tal la fuerza que ejercían las superiores contra las inferiores que mi cara debía parecer un arrugado pañuelo de mocos.

El tiempo parecía detenido. Yo seguía absorto en mis esfuerzos por aguantar la brutal paliza. La primera patada no parecía llegar nunca. Ya no distinguía la realidad de mi imaginación. Estaba en el suelo, en posición fetal, inmerso en mi mundo. Esperando que aquel mal trago del destino pasase cuanto antes. No me atrevía a mirar. No era capaz de abrir los ojos. No me quería asomar ni al lugar de los acontecimientos, ni al lugar de mi imaginación. Sólo soñaba con que aquello acabase cuanto antes. Ya decidiría después qué hacer.

Pero aquella primera agresión no parecía llegar nunca. Estaba tan ensimismado que era como si la violencia no hiciese mella en mi cuerpo. Me encontraba tan abstraído en mi mundo que no sentía dolor. No sentía los golpes. Era como si fuese inmune a los gritos de aquellos anormales que no tenían otra cosa que hacer más que golpear a idiotas como yo. Estaba tan absorto que tardé un tiempo estimable en escuchar la voz que me repetía una y otra vez, "¿estás bien?"

¿Quién?

Voy a ser muy breve. Cuando me pregunto si hay alguien ahí, nunca obtengo respuesta.

A veces todo va tan mal que cuesta pensar que hay alguien ahí que permite todo el horror y miseria vital.

A veces todo va tan bien que cuesta pensar que alguién tan perfecto como el cuerpo humano y tan imperfecto como la mente humana sean capaces de crear tanta belleza.

Sin pruebas es difícil creer, pero yo no puedo evitar preguntarme si realmente hay alguien ahí.

La nube

Mi amor, mi vida, la luz de mi día y mi noche, mi sol y mi luna, mi cielo iluminado por las estrellas.

Todo estaba uno poco más oscuro. Todo era menos raro por la costumbre. Pero poquito a poco, sin esperarlo, todo se volvió más luminoso, más bonito y agradable. Ahora el cielo tiene un color cálido y cercano, reconocible y tierno. Ahora, mi mundo es un lugar más bello en el que vivir.

La tierra por la que piso hace que la gravedad sea más leve. El agua en la que nado hace que parezca como suspendido en el aire, libre, salvaje, amado. Los vértigos de la soledad se difuminan en el etéreo mar del optimismo.

Mi amor, mi vida, la luz de mi día y mi noche, mi sol y mi luna, mi cielo iluminado por las estrellas.

Cuarto

Cuarto año en activo. Cuatro años desde que sentí la necesidad imperiosa de compartir mis vivencias con todo aquel que quisiese leerlas. Cuatro años lanzando ideas, sentimientos y filosofadas que salen de mis dedos tal cual pasan por mi mente, mi corazón y mi alma.

Se dice pronto. Cuatro años. Cuatro años de vida. Cuatro años. Y cuando hago balance, cuando echo la vista a trás. Cuando veo a aquel tipo que se está perdiendo, se está desviando, se está yendo por las ramas... Hay tantas cosas que hoy le diría. Tanto que en su día no le pude decir... Aquel ciego que buscaba respuestas en lugares equivocados. Aquel ciego que sabía que el camino estaba errado pero no era capaz de enderezarlo. Aquel buscaba la eternidad en lo pasajero. Aquel que estaba dispuesto a cambiar el ardor voluble del amor por la comodidad del apego a lo material. Aquel se se quiso confundir a si mismo buscando paz en el instante, pensando que ello le daría tranquilidad durante mucho tiempo.

Hay tantas cosas que le quería decir. Tantas cosas que le diría. Pero no pude decirle nada. No bstante, me siento bastante orgulloso de él. Y creo, sinceramente lo creo, que este blog es una prueba, un ejemplo de que aquel personaje tan perdido ha sabido reencontrarse consigo mismo.

Gracias a todos los que habéis compartido este largo camino, este viaje apasionante que han sido estos cuatro años.Un abrazo de corazón.