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penemaker. El blog del amor y el freak, quizás, nada es inmutable

Las andanzas de Darío Persa (VII)

Mis ojos estaban cerrados. Parecía que las pestañas me iban a explotar. Era tal la fuerza que ejercían las superiores contra las inferiores que mi cara debía parecer un arrugado pañuelo de mocos.

El tiempo parecía detenido. Yo seguía absorto en mis esfuerzos por aguantar la brutal paliza. La primera patada no parecía llegar nunca. Ya no distinguía la realidad de mi imaginación. Estaba en el suelo, en posición fetal, inmerso en mi mundo. Esperando que aquel mal trago del destino pasase cuanto antes. No me atrevía a mirar. No era capaz de abrir los ojos. No me quería asomar ni al lugar de los acontecimientos, ni al lugar de mi imaginación. Sólo soñaba con que aquello acabase cuanto antes. Ya decidiría después qué hacer.

Pero aquella primera agresión no parecía llegar nunca. Estaba tan ensimismado que era como si la violencia no hiciese mella en mi cuerpo. Me encontraba tan abstraído en mi mundo que no sentía dolor. No sentía los golpes. Era como si fuese inmune a los gritos de aquellos anormales que no tenían otra cosa que hacer más que golpear a idiotas como yo. Estaba tan absorto que tardé un tiempo estimable en escuchar la voz que me repetía una y otra vez, "¿estás bien?"

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