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penemaker. El blog del amor y el freak, quizás, nada es inmutable

Las andanzas de Darío Persa (VIII)

Era el vecino nuevo. Esta allí, de pie, junto a mi. Me repetía una y otra vez si me encontraba bien. Yo estaba tan atontado que no era capaz de articular palabra. Aún no era consciente de lo que había pasado.

Tras unos minutos, conseguí concentrarme en algo que no fuese mi estupor. Había dos imbéciles en el suelo, sangrando. Uno tenía una brecha en la cabeza y el otro estaba lleno de golpes. No había rastro de los demás. Luego, me di cuenta de que el tipo nuevo del edificio estaba allí, de pie, mirándome. Tenía un bate de madera en la mano izquierda. Estaba manchado de sangre.

Finalmente conseguí que las palabras saliesen de mi boca. Le dije que me encontraba bien. Que no se preocupase. Y hasta fui capaz de sentir curiosidad. Le pregunté qué coño había pasado allí. Me contó que me vio cuando entraba al edificio. Subió hasta su piso y cogió su bate béisbol. Bajó corriendo y empezó a apalear a los anormales que trataban de apalizarme. Me dijo que me reconoció. Y que no sabía lo que yo podía haber hecho para que me pegaran. Y que le daba igual. Aquello no era una pelea justa. Y que la vida no siempre es justa, pero si está en nuestra mano equilibrar la balanza, al menos hay que intentarlo.

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