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penemaker. El blog del amor y el freak, quizás, nada es inmutable

Las andanzas de Darío Persa (XII)

Me cité con él en el café de la esquina. Allí no me verían mis colegas del insti. No quería que supiesen nada de nuestra aún inexistente relación. Tampoco me apetecía escuchar sus opiniones y obviedades. Era mi particular proyecto de investigación. Quería saber más de él.

Llegó puntual. Como siempre, sus ojos parecían perdidos en recuerdos de antaño. Su perenne sonrisa sí que iluminaba en cierta medida su cara. No podía evitar sentir una gran curiosidad por aquel personaje.

Me había salvado de una buena. En nuestros primeros encuentros yo me había mostrado tímido y desubicado. Y realmente era así como me encontraba. Toda la gente de su edad que me rodeaba eran familiares o profesores. No sabía nada de ellos más allá nuestros parentescos y relaciones profesionales, por así decirlo. A mi edad, todo ese mundo adulto era misterioso y opaco. Vivíamos una época de transición hacia la madurez. Éramos niños que queríamos ser mayores. Pero en el fondo sabía que estábamos muy lejos de ello. Pero yo tenía iquietudes. Sabía que Pablo me podría solventar muchas de ellas. Por eso estaba dispuesto a poner toda la carne en el asador. Y así fue como me lancé a la carga...

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