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penemaker. El blog del amor y el freak, quizás, nada es inmutable

Tras la tormenta

Que tranquilidad queda después de la tormenta. Según vas viendo como la lluvia es cada vez más débil, y atisbas el sol en el horizonte, empiezas a sentir la calma que dejan los vientos salvajes.

Y tras la crisis, llega la reflexión. Una reflexión en forma de ciudad. Ciudad llena de edificios, casas, parques y jardines. Ciudad que has creado en tu ser para vivir en ella. Ciudad en la que tú eres el constructor de cada cimiento, cada ladrillo y cada mota de polvo.

Yo acabo de recordar lo profundos que son los cimientos de mi lugar. Lo resistentes que son mis edificios. Lo preparada que está mi ciudad para cualquier cataclismo.

Evidentemente, unas partes resisten mejor que otras, pero todas aguantan con estoica dureza los embites de aquellos que te hacen daño. Aquellos que tratan de perforar tu fuerza de voluntad. Aquellos que van a los puntos de flotación, los puntos débiles. Pero mi ciudad es tremendamente dura. A lo largo de los años, he creado unos mecanismos de defensa y autodefensa que hacen que difícilmente se pueda derrumbar un edificio de mi convicción.

Además, durante la tormenta, observas que no vives solo. La vida es una animal implacable que da cornadas sin parar. Pero no tienes por que estar solo. Cuando pides ayuda a las ciudades vecinas, si has sabido elegir sabiamente, observas como todas las de tu alrededor tienden su mano para ayudarte. Eso te hace sentir vivo y orgulloso de todo lo que has construído en tí y en torno a tí.

Pero por muy dura y resistente que sea tu ciudad, una tormenta siempre deja víctimas y destrozos. Es algo inevitable.

Yo, personalmente, fuerte y reafirmándome en mis convicciones más profundas y sinceras, estoy en el momento de la autoreflexión. El momento de las preguntas y la interioridad.

Se que las tormentas no van a cejar. De hecho, pese a que mi cielo cada día es más azul, ya se atisban nubarrones por el horizonte y en torno a él. ¿Y qué hacer? sabes que sea lo que sea, lo vas a superar. Pero a costa de qué...

Si las barreras son cada vez más altas, está en juego tu propia humanidad. Si afrontas las tormentas a pecho descubierto, corres el riesgo de no salir algún día...

¿Dónde está el equilibrio? ¿Dónde está el punto intermedio? ¿Existe alguna forma seguro de afrontar esto?

La respuesta es no. Cada uno lo afronta como puede. Como sabe. Como quiere. Puedes apartarlo, pero nunca se irá. Puedes ir de frente, con lo que te hará daño, pero si eres sincero y fuerte, lo superarás, aunque dejará una gran herida. Puedes evitarlo, pero evitar siempre equivale a cobardía y no vivir...

Cada uno encuentra su camino en la vida. Elige sus batallas y supera sus tormentas. Cada envite deja herida. Algunas muy profundas. Cada día que luchamos, sufrimos o nos superamos, nos hace más fuertes, pero, a veces también nos hace menos humanos.

Yo no quiero ser un carnicero de almas. Tampoco quiero ser el sparring de nadie. Y en el centro parece estar la virtud. No lo se porque nunca he llegado a ese centro. Y estoy muy lejos de llegar.

Lo que si se, es lo que he construído en mi. En torno a mi. Y se que es muy duro, consistente y fuerte. No se cuantos envites más podrá aguantar, creo que muchos. Lo que si se, es que no quiero que sea tan resistente y frío, que ya nada pueda entrar en él... y eso, la vida te lo hace muy difícil a veces...

1 comentario

Beso -

En el centro nunca está la virtud.
En el centro está...el centro.